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:: La petite merde ::

2005/02/23

[Txt / Le Pain] Monografías Zambológicas de Desespereira

Caso 1:

El Tetilla Boy.

El hombre es gordo y tiene aproximadamente treinta años. Está parado en el andén de un asadero de la carrera séptima con calle treinta y dos. Lo acompaña un pitbull sin correa del que está desentendido. En un país normal este pedazo de humano sería denunciado por los vecinos y sobre él pesaría sin duda una fuerte sanción legal por la abierta negligencia criminal. Sin embargo, acá en Pereira, ese sentido fatal de la resignación ante la voluntad ajena así sea esta lesiva, hace que este desastre inminente sea un cuadro de todos los días. Es más: si el perro ataca a alguien, el dueño estaría dispuesto incluso (y en esto sería perfectamente sincero y transparente) a insultar a la víctima pues cuando un carro lo coge a uno en Pereira, o lo atracan, o se le roban la devuelta, la culpa no es del conductor, ni del ladrón, ni del perro o el dueño; la culpa es de la víctima. El gordo, después de volarse con mucha rapidez de la escena del crimen explicaría entre risas más tarde a sus amigos que “eso si es ser uno muy güevón, muy lento ¿es que no vio que era un pitbull? ... Es que uno no puede ser tan pechuga en la vida... Al man si le faltó fue viveza... Y vieran como lo mordió Vandamn... Eso si es mucho perro tan verraco...” Este final es tan predecible como la bermuda “carpintero” (llena de bolsillos) que permite apreciar las piernas musculosas por la práctica juiciosa y consuetudinaria del deporte local: el microfútbol con Bareta. La extremidad, bronceada por los frecuentes paseos a puerto royal, es visible desde la rodilla, que exhibe la oscura señal de un viejo accidente en suzuki ax100, hasta el tobillo en el que alguna vez por los años ochenta, hubo un escapulario que colgaba. Luce “teni” Nike zapatilla plateado de última generación provisto de resortes. Camiseta de manga sisa confeccionada en redecilla semitransparente que permite al transeúnte ver las tetillas y el camino de vellos que surca el abdomen prominente efecto de una dieta altísima en grasas animales papas, arroz, plátano y alcohol. El cuello es notablemente grueso, toruno. Nuestro hombre renunció a usar “bamba” para “no terminar encanado por quebrar una rata a patadas...” o para “no dar bomba” o algunas veces “no banderiarse” o “no dar boleta”... ... Es que así habla él. Palabras como “chimba” “gonorrea” “chino” “culear” son sus favoritas de siempre. Hombre de frases cortas pero confusas, usa más que todo el idioma para demandar sexo, justicia arbitral, rebajas, ñapas, porciones más grandes y para fanfarronear sobre mujeres, tropeles, desafíos a la autoridad, armas y vehículos. Todo lo que tenga un lejano sentido del refinamiento es para el Tetilla Boy como el anticristo para el papa. Toda muestra de buen gusto es para él mariconería en esencia. Prendas de vestir como los pantalones de prenses son Némesis, vienen del mismo mundo extraño y ridículo en el que la gente compra libros y ve películas sin bala o rodadas en idiomas distintos al español y al inglés. Sufre de una suerte de respeto religioso por todo lo que tenga que ver con los “estados unidos o con España” países de los que se ha formado una sólida imagen por televisión que no es desmedrada por las experiencias que conoce de muchos coetáneos suyos tentados en su momento por el sueño migratorio al que él no accedió por el profundo amor que siente por la mamita (la abuela en realidad).

La erotomanía permea toda su acción. Es el rey sexual de todos los ambientes. Dotado de alternativas como la intoxicación alcohólica y el chantaje para ejercer su seducción, no falla. Apoyado en ideas como “cuando una mujer dice que no está diciendo que sí y cuando dice que sí, es porque es una bandida la catrehijueputa” o “todas, todas las mujeres quieren que uno se las coma” casi siempre consigue lo que se propone. Claro está que esta seguridad es en principio ignorancia; el Tetilla boy es agresivo, intrépido, audaz, pero este carácter no está explicado por una altura moral; es el triste resultado de una vanidad potentísima e hipersensible construida por un medio de tarados.

El Tetilla Boy es tan feo como estúpido. Peligroso como su querido perro Van Damne. Huyan de él.

Caso 2

El Proleintelectual

Es curioso que un producto como el joven aspirante a intelectual en la sociedad nuestra no pertenezca sólo a la clase aristocrática que puede permitírselo. En Pereira, gracias a la universidad pública, hay orgullosos intelectuales que discuten la ridiculez de las teorías alienatorias, la imposibilidad del estructuralismo de ser sistema o la crisis orwelliana de la semántica, mientras caminan desde san Nicolás hasta el cine club borges. Estos personajes, a diferencia de los tetilla boys, son unisex, es más, a los proleintelectuales es factible confundirlos de sexo. Sus siluetas son igualmente esmirriadas, sus cabellos largos y negros, los bluyines de don rebajón “porque las marcas no son sino una convención” y “las cosas de benetton las hacían en dosquebradas” gustan fuertemente. La mochila pues a diferencia de los indiferentes y tibiamente nihilistas plutointelectuales son deliberadamente patrióticos (pero no por lo del fútbol, o el aguardiente, sino por la biodiversidad y la diversidad cultural, y los setenta idiomas) y por eso creen que su “discurso” pueda tener alguna “injerencia” en estos “contextos” o “entornos” olorosos a merde. Los Proleintelectuales compran derby menudeado pero son felices cuando pueden costearse o gorrear algún kool o marlboro. A veces van a ver libros a la Roma. Otras, a cine. No capan exposición mediocre y van hasta la Cuadra de Villa Santana. La gran mayoría de estos desnutridos seres prefiere la poesía a la prosa y (yo creo) que esta preferencia tiene que ver con una no tan secreta intención de convertirse en poetas: Claro que han participado en lecturas. Algún miércoles, en un podrido bar del centro, acompañados o acompañadas por un amigo de bluyín y camiseta negra de “Mago de Oz, han defecado sus cacorritos “Abismos” sus maricones “vértigos” sus “laberintos” sus “oscuridades” y sus “vacíos”

El Proleintelectual encuentra bacanería en los juegos de rol, en las letras de héroes del silencio y de Aute; algunos en Rayuela y en Borges mientras otros sostienen (cómo si alguien los oyera) que la literatura “no tiene cabida en un mundo mediatizado” y entonces se meten a una película de Lars Von Trier. A García Marquez aprendieron a odiarlo porque “no tiene ideas” y por eso sus intereses ahora tienden hacia William Ospina, Bukowski o hasta de pronto, para el lado B.E. Ellis. Es que ellos cuando oyen un nombre nuevo averiguan en el internet de la universidad y al otro día hablan con solvencia y sinceridad como si llevaran años leyéndolo. Algunos sinvergüenzas de esos asisten a los talleres del IDCP para escritores. Una profunda fe en la academia, en la superioridad que brinda el conocimiento es su religión. Y se equivocan del todo. Se equivocan porque como dijo el niño negro nada resulta revelado.
Espere:
El Plutointelectual, Lady Paradigma, Jevimetaleros cuarentones, Chanclas Gordas Uñas Largas y mucho, mucho más....

Con Cariño

Le Pain
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Agradecemos a LE PAIN por compartir éste texto con La Petite Merde
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Anonymous Anónimo said...

Ja, ja, ja. Que chimba de documento, Le pain. Esa mierda es así. Que bueno leer esto.  

Anonymous Anónimo said...

Pereira está infestada de Tetilla boys y Proleintelectual. Es como una infección vaginal o una epidemia de hongos en los glandes. Peor aún, es como una proliferación de perras infectadas en su vulva fornicando con perros con penes bicéfalos.  

Anonymous Anónimo said...

muy bien, muy bien, muy bien, ojala podamos tener pronto los siguientes casos...
muy entretenida la lectura aun para un proyecto de tetilla boy com soy yo...  

Anonymous Anónimo said...

viejo me causo risa y q vacano el documento ....  

Anonymous Anónimo said...

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